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MATÓ Y ENTERRÓ CLANDESTINAMENTE A SU ESPOSA PORQUE; ¡LO ENGAÑÓ!.

por Joel Cárdenas

Julio del 2007
Aún no abrían al público las puertas de las oficinas de la Procuraduría General de Justicia del Estado (léase agencias del ministerio público) y ya un individuo conocido como El Chivo, esperaba impaciente al pie del inmueble situado frente al Hotel La Mansión

-Antes de entrar en materia, debo aclarar que los nombres reales de los involucrados, no serán revelados por cuestiones conocidas, pero fue un terrible hecho que conmocionó a la ciudadanía. Al homicida lo identificaremos con el mote de El Chivo y a la mujer con el nombre de Lola.

Sea pues.

El tipo de esta cruel historia, denotaba un marcado nerviosismo; estaba impaciente y ya prácticamente se había terminado las uñas de sus manos: Al empleado de la limpieza de las dependencias estatales, le contó solamente que tenía problemas familiares y por eso esperaba a que llegara el personal de la fiscalía en turno, que era la Agencia tercera investigadora, la cual en ese entonces titulaba el miguelalemanense, Lic. Ohamar Hinojosa Ramírez, hermano de quien en ese entonces era el director de la PME, Oscar Hinojosa Ramírez, por cierto, esposo de la alcaldesa de Nuevo Laredo.

El motivo de la espera, era que el hombre – en ese entonces – de 34 años de edad, tenía la urgencia y la necesidad de denunciar la «misteriosa» desaparición de su esposa Lola, quien, según su misma declaración, dos días atrás, sin previo aviso y sin dejar algún recado donde le explicara él o los motivos, abandono la casa con todo y un dinero que tenía guardado en el ropero, producto de la venta de un vehículo motriz de segunda mano.

El Chivo y Lola se casaron muchos años atrás y fincaron su hogar en el Fraccionamiento Hacienda Las Brisas; ella era obrera en la maquiladora local y él, esporádicamente trabajaba y a veces vendía algún objeto, mueble y lo que fuera para irla pasando.

Años antes de que ocurriera el crimen y debido a la mala situación económica por la que atravesaba el matrimonio, no faltó quien le dijera a el Chivo, que en «el otro lado» se ganaba el dinero fácil y a montones; eso naturalmente lo ilusionó de tal manera que decidido a jugarse el todo por el todo y emigró a la ciudad de Houston, Texas, dejando a su esposa «encargada» con su familia y con la promesa de que al tener el primer fajo de dólares le mandaría lo suficiente para que se comprara lo que ella quisiera.

¡Pero….! siempre el pero; sin ninguna preparación académica u oficio para iniciar un trabajo estable o seguro en el país de las falsas ilusiones, inmediatamente El Chivo se vio envuelto en líos con la justicia americana y sin nadie que le ayudara o lo asesorara legalmente, fue detenido, encarcelado y enjuiciado.

En tanto y ajena a lo ocurrido a su cónyuge, Lola continuó su vida como obrera y posteriormente, al paso de los meses, con la «urgente» necesidad de tener a alguien a su lado, decidió buscarse con quien pasar el rato y satisfacer su necesidad de mujer.

Al cabo del tiempo, es decir, ya en el 2007, El Chivo regresó a casa para continuar su vida, pero como el tiempo siempre cobra sus facturas, ya nada sería igual que antes; el frío recibimiento de su mujer y otras acciones muy diferentes que evidentemente no le gustaron, le hicieron entrar en sospechas de un posible engaño de su pareja. Según se supo, El Chivo no le dijo nada ni le reclamó a su mujer durante un tiempo referentes a sus sospechas, sin embargo, ya en su mente alimentaba algo que tendría que hacer porque su condición de «macho», le dictaba que no tenía por qué permitir que a él le sucediera una cosa así.

Para ser exactos, el 30 de junio del 2007, el individuo de marras, denunció ministerialmente que su mujer no solamente lo había abandonado, sino que también le había robado el dinero de la venta de un carro, manifestando que la última vez que la vio, fue cuando fue a dejarla a la maquiladora, pero jamás mencionando sobre la presunción de que lo estaba engañando con otro.

Como lo marca la ley, la fiscalía envió el oficio de investigación a la comandancia de la Policía Ministerial del Estado. El comandante Adán Nava y el personal bajo su mando, pensando que se trataba de un simple y natural abandono de hogar, iniciaron las pesquisas y lo primero que hicieron – como lo marca el librito – se entrevistaron de nueva cuenta con el denunciante, quien lejos de mostrarse sereno, el nerviosismo y las contradicciones en que incurría una y otra vez, orillaron a los investigadores a sospechar que algo grave escondía.

Sospechando que El Chivo escondía algo sobre la desaparición de su esposa, los agentes le aplicaron a El Chivo las ‘’técnicas’’ que en ese tiempo se empleaban para interrogar a un sospechoso, por lo que al sentirse sin fuerza para seguir soportando ‘’la investigación’’, terminó por confesar que él había matado a su esposa.
-Si, sí, yo la mate – ¡pero les juró que no quería hacerlo, solamente quería golpearla, castigarla porque abiertamente me confesó que tenía otro hombre!, dijo.

Ya detenido por la posesión de una navaja – porque por el homicidio no se daba la flagrancia – El Chivo dijo ante el fiscal que inició la averiguación previa, que ése día llegó a su casa en el momento en que su mujer se estaba bañando y como quien quiere y no, decidió meterse a la regadera con ella para sostener relaciones íntimas.

Cuando intentaba abrazar a su mujer, El Chivo se sorprendió al ver que en el cuello y en partes de sus senos su esposa mostraba algunas hematomas, conocidas comúnmente como chupetones……… ¡Hija de tu chingada madre, con quien te estas metiendo…! le gritaba El chivo a la mujer, al tiempo en que la golpeaba sin ton ni son; tanta fue la saña empleada por el celoso marido que en cuestión de minutos la obrera exhalo el último suspiro y fue hasta en ese momento en que el tipo reaccionó y no supo – durante algunas horas – que hacer con el cuerpo sin vida de su esposa.

Sabedor del delito cometido y consciente de que si lo descubrían iría a la cárcel, El Chivo espero a que llegara la madrugada y luego, con toda sangre fría envolvió el rígido cuerpo de su esposa en una colorida sábana y la metió, sin que nadie lo descubriera, al interior de su camioneta Van que previamente acomodó casi al pie de la puerta de la casa.

Amparado por la oscuridad de la noche, la unidad enfiló hacia el sur de la ciudad y finalmente se detuvo en un paraje solitario ubicado al sur de la brecha 116 cercas del lugar conocido como El Sifón o La Media Luna. Ahí, sin que nadie le ayudara, bajo con una pala y adentrándose unos metros a la maleza, escarbó lo que consideró suficiente como para sepultar el cuerpo de quien fuera su media naranja.

Terminada su macabra labor, el tipo regresó a casa y como si nada hubiera pasado, lavó el piso, acomodó los muebles y se echó a dormir, pensando en que al otro día, como así lo hizo, acudiría ante las autoridades para denunciar que su esposa lo abandonó, para así borrar cualquier huella de su felonía. Dentro de las investigaciones que efectuó la Policía Ministerial, sobresalió el dicho de la madre de la desaparecida mujer, quien en todo momento dijo que tenía ligeras sospechas de que su yerno algo le hizo a su hija ya que era muy celoso con ella y seguido la golpeaba.

Otra situación que llevó a la PME al esclarecimiento, fue cuando realizaron una inspección ocular dentro de la vivienda, ya que ahí encontraron manchas hemáticas, mismas que según el estudio pericial, confirmó que era sangre humana, posiblemente de la mujer desaparecida.

Obra en autos y como lo mencionamos antes, El Chivo no fue detenido en flagrancia del delito, es decir, por el homicidio de su mujer, pero quedó bajo arresto porque al momento de su detención, los ministeriales le encontraron entre sus ropas la »clásica» navaja, esa acción por supuesto, permitió al fiscal Ohamar Hinojosa el manejo de ambos asuntos, ya que mientras lo declaraba por el arma prohibida, ya el Juez había librado la orden de aprehensión por el delito homicidio. Ante la juez Lic. Rosalía Gómez Guerra, el detenido no quiso que ningún abogado lo defendiera, por lo que fue el defensor de oficio quien lo asistió durante todo el proceso.

Por ese conducto, el presunto homicida dijo que no tenía ninguna prueba que ofrecer y en consecuencia, solicitó que a la mayor brevedad se le impusiera la sentencia. Cinco meses después del alevoso asesinato, El Chivo fue notificado por conducto del secretario de acuerdos, que por el delito cometido, la juez Rosalía Gómez le impuso una penalidad de 27 años y 6 meses de prisión. Fin. 

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