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La Comuna

por Joel Cárdenas

El salinismo y sus víctimas en Tamaulipas

José Ángel Solorio Martínez

Uno de los factores que impactó en el desastroso desempeño electoral del PRI, en la entidad, fue la liquidación del corporativismo en Tamaulipas. La pérdida del control de parte del Estado y del gobierno priista, de corporaciones como la CTM, CNC y CNOP –y agrupaciones que estos entes englobaban –, dejó sin canales de movilización y de sustento a un partido que inició su propia muerte con la visión del salinismo de reemplazar el viejo sistema corporativo por otro, que se puede sintetizar en un concepto: la privatización de la política.

En efecto: los sectores del tricolor –máxima expresión del fenómeno corporativo– a partir de 1988 empezó a sentir el hostigamiento del capo neoliberal mexicano –Carlos Salinas–. El hombre de Agualeguas intentó con ese proyecto, reemplazar el viejo sistema partidista del PRI, por otro, que pensó renovaría la estructura política mexicana: la red de los Comités del programa Solidaridad.

Sólo logró desangrar a su partido.

En Tamaulipas, esa idea articulada en sus tiempos de estudiante en la Universidad de Harvard –ya ven que en esa escuela todo lo saben; aquí tenemos un ejemplo: Makyito– aterrizó de una manera virulenta: desplazó a los dirigentes de una poderosa CTM, encarcelando a unos y enviando al exilio a otros.

Ese momento histórico en la región, abrió la puerta para que emergiera con potencia el PAN –fechas de inicio de la hermandad que derivó años más tarde en el PRIAN– al tiempo de socavar la fortaleza de un tricolor dominante en la comarca.

Así fue: los 90 fue la década en que el panismo eclosionó en Tamaulipas con una potencia inusitada. Se infiere: a costa de la fragilidad de un PRI, sofocado por la ausencia de la urdimbre de poder social que lo apuntaló por décadas: la CTM, la CNOP y la CNC.

La desaparición del PRI tamaulipeco se explica en principio por la intromisión de Salinas de Gortari: la aniquilación del quinismo el 10 de enero de 1989; y la posterior persecución brutal de dirigentes obreros como Pedro Pérez Ibarra, Reynaldo Garza Cantú, Agapito González, Diego Navarro y otros de menor calado.

Esos vacíos de liderazgo, los ocupó el PAN y una incipiente izquierda.

Para el institucional, esos cambios parecieron imperceptibles, pero acumulativos; tanto que, en unas décadas, el panismo y la izquierda, lo achicaron ostensiblemente.

La puntilla final, del PRI tamaulipeco, se la infligió el neo-corporativismo: los programas sociales de Andrés Manuel López Obrador.

AMLO; hizo lo que Salinas no pudo: acabar con la obsoleta urdimbre corporativista del viejo régimen.

Salinas pretendía con Solidaridad, el posicionamiento de una clase política renovada; no pudo. López Obrador, con su política social, creó un instrumento eficaz para la aparición de un oxigenado entramado de cuadros políticos desde abajo. (Lo que nos hace presumir, que MORENA estará enraizado en la sociedad regional, por algunos años más. Por no decir décadas, y ponerle sal a la herida de tricolores y panistas).

El PRI, sabe quién es el responsable de su tragedia.

Lo sabe, pero el pudor le impide reconocerlo.

En Tamaulipas, el priismo es otra víctima del salinismo; victimización, que al no dimensionarla y ante el temor de ponerle nombre al victimario, está imposibilitado para superar las penosas contradicciones que lo mantienen en agonía.

El tricolor regional, mantiene la conducta de algunas mujeres maltratadas:

“Pégame, mátame; pero no me dejes…”

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