Por Pegaso
Tras la muerte de Aquiles por una flecha envenenada de Paris, también conocido como Alejandro, en la Guerra de Troya, los griegos, también conocidos como aqueos, quedaron desmoralizados, y la mayoría de los reyes comandados por Agamenón Atrida votaron a favor de regresar a la Hélade, también conocida como Grecia.
Sin embargo, al rey de Ítaca, Ulises, también conocido como Odiseo, se le ocurrió la chipocluda idea de construir un gigantesco caballo como ofrenda a Troya, por haber resistido el asedio de 20 años.
Sin embargo, aquel regalo traía una trampa, y es que su interior estaban los mejores guerreros, entre ellos, Neoptólemo, también conocido como Pirro, hijo de Aquiles.
Los troyanos recibieron el obsequio, cansados de la guerra, e introdujeron el caballo a la amurallada ciudad. Por la noche, los griegos salieron de su escondite y abrieron las Puertas Sceas, dando lugar a la famosa Toma de Troya y al término de aquella fatigosa guerra.
De ahí viene la palabra muy moderna de “troyano”, cuando nos referimos a un virus informático que penetra las defensas de nuestras computadoras.
También de ahí viene la palabra “pírrico”, cuando nos referimos a una victoria muy costosa.
Sirva todo este rollo para decir que el anuncio reciente que hizo el Pejidente ALMO me parece más bien un “troyano” para vencer la férrea resistencia de los picateclas nacionales, asediarios, vilipendiados, atacados, criticados y ninguneados durante los tres primeros años de su mandato.
El 25% del presupuesto que destina la Federación a publicidad será etiquetado para dar seguridad social y atención médica a los periodistas de México.
¡Bófonos! Y desde ahora la raza periodiquera ya se anda organizando para apuntarse en la lista de beneficiarios.
Sobre el tema, debo decir algo: Los periodistas no somos iguales que otros trabajadores. Nos parecemos más a los comerciantes ambulantes, porque no tenemos prestaciones, vivimos casi al día (bueno, no todos, algunos vivillos han sabido sacarle jugo a la profesión) y para colmo de males, el actual Gobierno nos ha hecho perros del mal.
Dice el conocido refrán: Por uno la llevan todos. Y es que durante muchas décadas, quienes se llevaban el 99.999999% del presupuesto gubernamental para publicidad y comunicación social eran los periodistas de la capirucha. Los dórigas, los lorets, las michas, los zabludovskys y toda la retahíla de parásitos, incluyendo los grandes medios de comunicación como Telerisa, Tele Aztuerca, El Univerjal y La Tornada, se hinchaban de billetes, mientras que a los pobres reporterillos de provincia ni migajas nos tocaban.
Lo mismo ocurría en Tamaulipas, donde el 80% de la lana destinada a comunicación social se la embuchacaban unos cuantos y a los demás nos enviaban mendrugos.
El periodista es un trabajador que vive en el desamparo. Yo trabajé en una empresa periodística, la cual me disminuyó el salario de 5 mil quincenales a 3 mil, y después ya no me pagaba nada. Incluso, ni me había inscrito al INFONAVIT y al IMSS. Cuando me enteré, después de muchos años, reclamé y fue como accedieron a darme esas prestaciones.
Pero la mayoría de los comunicadores no cuentan con la más mínima protección legal, y no se diga las jubilaciones o, en casos de incapacidad, las pensiones, que son inexistentes.
Bajo ese contexto, el anuncio del cabecita de algodón de que dará seguro social a todos los picateclas del país nos cayó como chubasco en sequía.
A varios miles de años de distancia, aún se puede escuchar en Turquía y países de Oriente Medio aquella conseja que dice: Desconfía de los griegos hasta en sus regalos.
No es que yo no necesite seguridad social, porque hasta el momento, no sé qué haría si llegara a caer enfermo de gravedad, pero habría que desconfiar de ese obsequio.
Podría traer fines electoreros o doctrinarios. Qué se yo.
Termino mi colaboración de hoy con el refrán estilo Pegaso: “Los impactos aficionan”. (Los golpes ingren).