Por Pegaso
¿Cuántas veces no lo he dicho en este espacio? Los individuos que forman parte de la delincuencia organizada, por su propio gusto y conveniencia, han dejado de ser seres humanos para convertirse en bestias depredadoras sedientes de sangre y dinero fácil.
Debo confesar que por algún tiempo, creí que yo era el único que tenía esa convicción, pero hace unos días, platicando con mi amigo, el doctor en ciencias jurídicas Fortino López Balcázar, me hizo mención que existe bibliografía en torno a lo que se conoce como “El Derecho Penal del Enemigo”.
Me recomendó especialmente un libro homónimo del conocido jurista mexicano Eduardo Martínez Bastida que analiza cada uno de los aspectos de lo que él identifica como una manifestación posmoderna del derecho.
¿Y saben qué? Comparte la misma concepción de su servilleta, Pegasiux de Petatiux sobre lo que se conoce como el hostis, es decir, el enemigo, el sujeto antisocial que se ha rebajado a la condición de animal porque no respeta los derechos de los demás seres humanos.
Solo que Martínez Bastida lo dice con más categoría: “Entendemos por derecho penal del enemigo el constructo lingüístico de naturaleza artificial que legitima la decisión deontológica de excluir la calidad de persona a un individuo para incluirlo en el catálogo de riesgos y peligros sociales”.
¡Más claro ni el agua!
Continúa: “Bajo esa arista, enemigo será aquel que no preste garantía cognitiva mínima para ser tratado como persona y, consecuentemente, se le excluye del circuito de la comunicación por su infidelidad al Derecho. Es decir, la observancia de la norma incluye la titularidad de la pretensión a ser tratado como persona, por lo que no prestar tal garantía implica una autoexclusión del ámbito normativo y la asunción del rol “enemigo”.
Por tal motivo, al enemigo hay que aplicarle todo el peso de la ley, tratarlo como animal y recluirlo en cárceles, enjaularlo, porque ha dejado de ser humano por su propia elección.
Un humano-me decía el doctor Fortino- respeta los derechos de los otros humanos. Alguien que ha decidido convertirse en delincuente de manera permanente, ya no puede llamarse humano, porque vulnera esos derechos.
Me recomendó muy puntualmente que leyera el libro completo, porque cambiaría mi visión de lo que es el derecho penal.
El libro, hasta donde lo he alcanzado a leer de manera superficial, aborda también el monopolio de la violencia que ejercen las fuerzas del orden de un Estado y la forma en que grupos hostiles usan esa misma forma de violencia para conseguir sus propósitos.
Habla también de la lógica de un régimen de excepción que puede ser exigido por la sociedad con sanciones más severas para las conductas posmodernas antisociales, como el narcotráfico, el secuestro y el asesinato.
Yo le decía a Fortino López que admiro lo que hace en El Salvador su Presidente, Nayib Bukele, por meter en cintura a todos los pandilleros y delincuentes, y de cómo las organizaciones internacionales de derechos humanos protestan por el trato inhumano que se les da a los detenidos. ¡Pues claro, cabrones, es un régimen de excepción!
En México deberíamos estar desde hace mucho tiempo bajo régimen de excepción.
Felipe Calderón quiso establecer algo parecido, pero no supo cómo aterrizarlo y las cosas se salieron de control.
Y eso fue porque se quiso usar mano dura contra la delincuencia organizada, pero al mismo tiempo, tomar en cuenta la opinión de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y los organismos internacionales que defienden a los delincuentes.
El Dr. López Balcázar me replicaba que no, que la CNDH no defiende a los delincuentes, sino que se asegura que la autoridad no abuse del poder que nosotros mismos le hemos conferido mediante la Constitución, porque es muy frecuente que se extralimiten, ya sea sembrando armas o inventando delitos.
En fin, como bien dice un conocido aforismo: “Los derechos humanos son para los humanos derechos” y yo no estoy muy de acuerdo con el triste papel que desempeña la CNDH.
A final de cuentas, si un delincuente asesina a una familia, lo primero que hará la Comisión de Derechos Humanos será asegurarse que al delincuente se le respeten sus garantías constitucionales y se le siga un proceso apegado a la legalidad pero, ¿y la familia masacrada? ¿Es invisible para la CNDH?
Mejor vámonos con el refrán estilo Pegaso: “Exánime el cuadrúpedo canino, se agotó la hidrofobia”. (Muerto el perro, se acabó la rabia).