Por Pegaso
El caso Debanhi nos ha dejado muchas enseñanzas, por consiguiente, su muerte no ha sido en vano.
Falta que nosotros nos demos cuenta de cuáles son los fallos que tenemos como padres y como sociedad, y que nos hagamos el propósito de no volver a cometer los mismos errores.
Para empezar, ¿qué diablos andaba haciendo una chiquilla de 18 años a las 3, 4 o 5 de la mañana?
¿Por qué sus padres la dejaban salir?
Si es cierto, como dicen, que no les pedía permiso para irse con los cuates, ¿por qué no estaban al tanto de los lugares que frecuentaba y las amistades con que se juntaba?
¿No notaban que tenía un estilo de vida que no correspondía con su nivel socioeconómico?
Hasta donde se sabe, sus padres pertenecen a la extensa clase media regiomontana, por consiguiente, no podían darle una vida de lujos a su única hija, quien podría haber pasado como una chica chic de la alta sociedad.
Entonces, siendo unigénita, ¿les preocupaba un comino su seguridad?
Por los videos que se han hecho virales, se sabe que Debanhi andaba a la media noche con dos “amigas” comprando chupe y botanas en una tienda de conveniencia. Luego, gracias a la grabación de un domicilio cercano a la quinta se puede apreciar cómo llega en un Didi con las dos amigas y varios jóvenes más.
Ya al filo de las tres de la mañana, sale corriendo y un chamaco más o menos de su edad, sale tras ella, discuten, Debanhi le lanza varios golpes y patadas, y momentos después se unen otros chavos y se ve que tratan de convencerla para que regrese a la quinta.
Al parecer, lo logran, porque todavía se están un rato dentro, hasta que nuevamente Debanhi sale y aborda el Didi blanco que la lleva hasta el punto de la carretera a Nuevo Laredo, donde el chofer le tomó la foto que ya se volvió un ícono.
Lo que pasó después solo se sabe por fracciones de videos del motel Nueva Castilla y otros establecimientos cercanos.
La muchacha se dirige hacia donde se ubica una empresa transportista y después al motel, pero en ese lapso de tiempo, se ve cómo camina por la cinta asfáltica sola, como si estuviera drogada o en estado de ebriedad. En un momento dado, parece que un vehículo la va a arrollar, pero ella logra esquivarlo y sigue corriendo. Llega al motel, se introduce y camina varios metros.
Hasta aquí, todo concuerda con la versión del accidente, porque Debanhi, por su aparente estado de embriaguez, pudo perder piso y caer.
Hay otra versión, sin embargo, que lleva a la chica hasta una de las habitaciones donde se encontraría con una persona para brindarle un servicio sexual, pero al ver que eran dos, se sale y es alcanzada por los sujetos, quienes la habrían golpeado con la culata de una arma larga hasta matarla.
Aún hay lagunas oscuras en todo eso y las investigaciones continúan su curso.
Seguramente dichas averiguaciones llevarán a confirmar la hipótesis del accidente, sea verdad o mentira, por que si no es así, entonces hay que pensar en la intervención de terceros relacionados con el crimen organizado y la relación que estos puedan tener con personajes de las más altas esferas de la política en Nuevo León.
Ahora bien, como sociedad, hemos fallado calamitosamente. Jóvenes que andan a altas horas de la noche “divirtiéndose”, ingiriendo bebidas embriagantes y hasta drogas, codeándose con narcojúniors, que son clientes frecuentes de servicios de scorts que apenas llegan a los 18 años o inclusive, menores de edad.
Padres, ¡vigilen a sus hijos, hombres y mujeres!
No importa que parezcan pasados de moda. La seguridad es lo más importante en estos momentos.
Si los papás de Debanhi hubieran sido un poco más estrictos y menos permisivos con ella, en estos momentos estaría estudiando y chateando con sus cuates.
¡No teman usar la chancla de corrección!
Pienso que todo esto se descompuso desde el momento en que los jóvenes se empoderaron, gracias a la moda de los derechos humanos y ahora nos tratan a los padres como si fuéramos sus criados.
Yo le diría a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, a la Comisión Internacional, a la ONU, a la UNESCO y demás instituciones de ese tipo, que no intervengan cuando los padres busquen corregir a sus engendros.
Con ello se evitarán muchas más muertes, como la de Debanhi.
Termino mi colaboración de hoy con el refrán estilo Pegaso: “¡A prenda interior despojada!” (¡A calzón quitado)