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AL VUELO-Caño 

por Joel Cárdenas

Por Pegaso 

Trescientos millones de pesos nos costará el chistecito de la elección extraordinaria para senador de la República. 

Trescientos millones tirados al caño. 

Caro nos cuesta a los mexicanos cuando se nos muere un senador, como ocurrió lamentablemente con el fallecido Faustino López. 

Faustino fue Senador gracias a que el titular, Américo Villarreal Anaya se separó del cargo para buscar la gubernatura de Tamaulipas. 

Siendo suplente, asumió la curul en la Cámara Alta. 

Y así, el 8 de octubre de este año, en una carretera de Zacatecas, su carro volcó y ahí perdió la vida junto con su esposa, la señora Pilar Hernández. Su chofer sobrevivió. 

Como en México no existe un mecanismo más sencillo y barato para cubrir la vacante, la Ley dice que debe realizarse una elección extraordinaria. 

Pero yo digo, ¿y qué necesidad hay de eso?¿Por qué gastarse 300 millones de pesos en un proceso electoral desgastante e inútil?¿Que? ¿No hacen falta para construir más escuelas, dar más pensiones, hacer más obra pública? 

Táchenme de simplista, pero yo sigo diciendo que si se modifica la Constitución y la Ley Electoral para introducir la figura de segundo y tercer suplente, nos ahorraríamos un chingo de dinero porque, ¡ni modo que los tres suplentes viajen en el mismo vehículo y se mueran al mismo tiempo! 

Que si los tiempos, que si las formas, que si las leyes… ¡Nada! Solo ganas de complicar las cosas para que, finalmente, quede quien dé más dinero, el compadre del Presidente o el amigo más querido. 

Con las recientes adecuaciones a la Ley del INE, finalmente se va a poder prescindir de los diputados y senadores plurinominales. 

Con eso, la hacienda pública se va a ahorrar chorromil millones de pesos. 

Siguiendo esa misma lógica, ¿por qué no buscar que haya primero, segundo y tercer suplente? 

Si por azares del destino esta mafufa columna llega a conocimiento de algún Senador, Diputado Federal o a alguien del equipo de asesores del Pejidente, tómenla en serio. Es una forma en la que, en lo sucesivo, podremos ahorrarnos cientos de millones de pesos. 

Retiraré esta mi propuesta, si hay alguna otra iniciativa que permita tener ese tipo de economías, en lugar de tirar 300 millones de devaluados pesos al bote de la basura o al caño de drenaje. 

Piénsenlo. Vale la pena. 

Como dije días atrás, modificar la Constitución y la Ley Electoral no costaría gran esfuerzo. Solo hacer unos agregados y ¡listo! Borramos las elecciones extraordinarias. 

No me lo crean, pero a estas alturas ya los ciudadanos están hasta la madre de procesos electorales. 

No bien acabamos de salir de uno, cuando ya empieza otro igual de extenuante. 

Por eso son cada vez menos los ciudadanos que acuden a las urnas a depositar su voto. Aquí, en la frontera, la raza prefiere irse a macalear, a ver el partido de futbol o echarse unas chelas con los cuates. 

Ir a la casilla a hacer fila, ver la cara de perro chato de los representantes de partido, que sospechan de todo mundo, recibir la boleta, pasar a la mampara, tachar al candidato que menos gordo nos caiga y depositarla en la urna, está de hueva. 

Ojalá que la reforma incluya el voto electrónico. Así, como le hacen los gringos, desde la comodidad de mi casa entraré a la plataforma del INE, marcaré al candidato de mi preferencia y enviaré mi sufragio. 

Termino mi colaboración de hoy con el refrán estilo Pegaso: “¿Con qué propósito demasiadas piruetas, cuando la superficie es demasiado llana?” (¿Pa’ qué tanto brinco, estando el suelo tan parejo?) 

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