‘’Si muero en el ring no importa; tengo que ganar mi última lucha’’.
El samuray lo sabe; está consciente de que la edad lo ha llevado al final de su carrera; entiende que sería de gran riesgo seguir en los encordados, sin embargo, su amor y la pasión que siente por la lucha Libre, aunado a esa gran rivalidad que tiene con la tercia de gladiadores a los que habrá de enfrentar en próximos días, lo motiva a tomar ese riesgo…’’tengo que luchar contra ellos; tengo que cerrar mi ciclo con este combate – porque – si no lo hago, haz de cuenta que todo el tiempo que subí al ring fue tiempo perdido ¡y eso, pos’nomas no!. Afirmó Juan Francisco García Badillo, nombre real de quien hoy está convertido en una leyenda viviente al igual que otro carismático gladiador cuyo nombre de combate es EL KUMAN, rey de la selva; ambos son luchadores que han entregado todo a este rudo deporte que, aunque no lo acepten, es el mejor de todos., ¡sí señorrrr! Afirma el Samuray.
Así, entre risas, recuerdos y alguna que otra lágrima que apenas asomó en sus cansados ojos cuando evocó el pasado, El Samuray – un tipo de 64 años de edad – nos contó parte de su historia, y digo parte porque contarla toda se necesitaría mucho pero mucho espacio y tiempo.
La entrevista fue corta y rápida. El encuentro fue casual. El Samuray, como buen ciudadano estaba realizando su trabajo y ahí lo abordamos.
Éste personaje, ícono de la lucha libre, ha subido al ring infinidad de veces para ganar, perder o empatar sus combates que resultan de los más emocionante, y peor aún, muchas de las veces, por no decir la mayoría, muy sangrientas.
Una de las cosas que posiblemente muchos no saben, es que el Samuray ostentó – aunque por poco tiempo – la corona mundial de su peso, en un gran enfrentamiento celebrado en ésta ciudad hace ya muchos años en un combate a muerte contra El Jerry ‘’El Puma’’ Estrada.
¡Fue una noche inolvidable; el campeón vino supuestamente a comer pichón y se llevó tremendo chasco!…. le gane a ley y me convertí en el campeón mundial!, replicó El Samuray.
De las luchas que más recuerdo, – dice – de la que revivo de vez en cuando como si fuera una película en mi memoria, es aquella en la que hice pareja con Rodolfo Guzmán Huerta, ni más ni menos que el popular Santo, el Enmascarado de Plata.
‘’Esta lucha se llevó a cabo en 1980 en la Plaza de Toros de ciudad Victoria: yo apenas tenía 5 años de luchador y fu invitado por el promotor al que le decíamos El Pingüino. Ahí luchamos contra Javier Medina el Olímpico y su pareja llamado El Vaquero; por supuesto, nos llevamos los honores.
Sin dejar de hacer lo que estaba haciendo, El Samuray recordó que a sus inició fue un luchador muy rudo; ‘’me gustaba maltratar a mis rivales que eran los técnicos para hacer enojar a los aficionados…tú sabes Cárdenas que los técnicos son en su mayoría los más queridos por la gente y sabes que golpearlos arriba o abajo del ring les molesta y te echan madres y aunque me hervía la sangre por las mentadas que me lanzaban, gozaba castigando más a mi rival como una forma de vengarme de ellos.
Pero luego – dice Juan Francisco – todo sería diferente; cambie de estilo porque quise sentir el cariño de la gente, aunque te comento que si tenía respaldo sobre el cuadrilátero, pero no tanto como lo tiene un luchador técnico, refiere.
Como luchador técnico, el Samauray fue ganando fama y cartel y todavía en la actualidad esta catalogado como el ídolo de los niños.
‘’Desafortunadamente el tiempo no perdona y sé que ya estoy en el ocaso de mi carrera; por ello te insisto, que esta lucha en que subiré al ring con mi amigo El Kuman, daré todo, incluso, a pesar de mi edad y del riego que ello implica, no cederé terreno y buscare a costa de lo que sea el triunfo; ¡ellos también lo quieren pero no les daremos ese gusto, y lo saben!.
Gracias a mi Padre Dios por darme tanta vida y salud durante todos estos años; Gracias por cuidarme siempre arriba del ring, gracias a mi público, a mi familia por tanto amor y comprensión, pero saben que esto es así, saben que llega el día final, que llega el día en que un ciclo se cierra, saben que Dios Perdona, pero el tiempo no…nos veremos ese día, les prometo que verán un buen encuentro sobre el cuadrilátero. ¡No me fallen!